Por: Jackeline Medina Sosa/Brujita feminista
El calor llega y la ropa se aligera, pero no es una invitación al acoso; las mujeres queremos estar cómodas y frescas.
Desde niñas nos dijeron que idealmente no podíamos vestir de cierta manera, no debíamos transitar solas ciertos espacios u horarios, evitar hablar con desconocidos y caminar rápido, todo para no incitar a que “nos acosen”, pero ¿por qué siempre cae sobre nosotras esa responsabilidad y no sobre los hombres que nos violentan?
De acuerdo a Endireh (Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares) hasta 2021, 45.6 % de las mujeres han sido agredidas en el espacio público al menos una vez en su vida en México. Dicho reporte indica que, del total de agresiones, 42 % han sido de tipo sexual y 70 % de los agresores son desconocidos; la Ciudad de México lidera con 60.9 %, el Estado de México con 58.5 % y Querétaro 51.8 % de casos reportados por mujeres.
El acoso callejero se caracteriza por ocurrir en el espacio público, regularmente por una persona desconocida y mayormente del hombre hacia la mujer (de cualquier edad). Se manifiesta por silbidos, comentarios inapropiados, tocamiento, toma de fotos e incluso persecuciones; y pese a todo esto, no está tipificado como violencia de género, salvo en la Ciudad de México, Guerrero y Veracruz, con sanciones administrativas.
Hay diversos factores alrededor de esta violencia, no obstante, la ropa en esta ocasión es determinante porque es un punto clave para que el hostigamiento aumente (aunque no debería) en la temporada de primavera verano, la ropa es más ligera y tiende a reducirse, dícese faldas, vestidos, blusas, que no tiene nada de malo porque el clima lo amerita; sin embargo, pareciera ser que es un invitación al acoso.
“¿Qué hora es? ¿Cómo ibas vestida? ¿Ibas sola? ¿Era una zona segura? ¿Era necesario que te expusieras así?”. Esta es una serie de preguntas que las víctimas suelen hacerse a menudo para cuestionarse si están exagerando o alucinando, debido a la normalización de este tipo de violencia, cuando no es su culpa usar prendas de temporada, solo existen y eso es suficiente para que las aborden.
El acoso callejero que las mujeres padecemos y enfrentamos es una expresión del machismo, estos agresores ejercen su poder sobre nuestros cuerpos con la certeza de que pueden violentarnos sin temor a consecuencias legales. La raíz no está en la vestimenta ni en los horarios, sino en la cultura que sigue protegiendo a los agresores y trasladando la responsabilidad a las víctimas.
No hay duda: todas las políticas y prevenciones son para nosotras, cuando el verdadero enemigo sigue impune y ejerciendo la violencia. Es nuestro momento, es momento de exigir espacios seguros para todas sin importar la temporada o la ropa que llevemos, es nuestro derecho a la libre expresión y porque mi ropa, mi cuerpo y mi existencia no es una invitación al acoso.
Jackeline Medina Sosa, politóloga y creadora digital feminista de Brujita feminista, un espacio creado por y para mujeres, información, aprendizaje y cuestionamiento desde la perspectiva feminista.