Crianza respetuosa: no se trata de decir “sí” a todo
Entre el medievo y el renacimiento el concepto de infancia era algo inexistente. De hecho la niñez era considerada como una etapa transitoria para la adultez en la que la persona por fin era considerada valiosa. Era hasta ese momento (por lo regular entre los seis y 12 años) que la niña o el niño recibía un nombre y un oficio. Pero este acto simbolizaba en sí validar que había una persona con necesidades y derechos.
Este dato no solo representa una curiosidad de la historia, nos sirve como punto de partida para comprender que por muchos años en la historia de la humanidad no existió un acercamiento que reconociera la importancia de los vínculos parentales en el desarrollo de las infancias.
Actualmente contamos con el concepto de crianza respetuosa para ofrecer una guía funcional para las madres y padres sobre cómo acompañar a sus hijos desde su nacimiento hasta la adolescencia. La idea surgió a partir de dos teorías: la teoría del apego de Bowlby y la teoría de la madre suave de Harlow.
En esencia, ambos investigadores demostraron que la falta de afecto por parte de los padres influía de manera negativa en el desarrollo de las infancias, lo que en su momento cuestionó las creencias de que dar abrazos, consuelo o mostrar mucho cariño podría resultar en niñas y niños “mimados” y/o “malcriados”.
Sin embargo, parece ser que vivimos una crisis de falta de guía e interpretaciones poco funcionales que han provocado suponer que cualquier “llamada de atención” es agredirlos y maltratarlos. Tristemente, la libertad excesiva es también negar la presencia de una guía o un lugar seguro al cual acudir cuando la niña o el niño requieren respuestas, compañía y ayuda.
En la crianza respetuosa se establecen límites
Entonces ¿cómo se vería la crianza respetuosa? Para empezar, sí hay disciplina y no se ve como el extremo de castigos físicos, insultos o gritos, y tampoco es decir “sí” a todo lo que la niña o niño esté pidiendo con tal de que no haya llantos o pataletas.
La crianza respetuosa implica que como padres y madres nos demos el espacio a reconocer las situaciones que nos frustran como individuos, a saber que no somos incapaces ni que nuestros errores serán irreversibles.
Es importante que vayamos sanando y bajándole al miedo de “traumatizar” y por eso optamos por dar una falsa autonomía a las infancias. Una niña de cinco años no sabe qué implica lo que quiere y no sabe cómo regular sus emociones, necesita de la presencia dispuesta, amorosa, autocompasiva y empática de sus padres.
Tristemente, acceder a todo, no establecer límites y proveer únicamente presencia a través de objetos es muy similar a lo que en el medievo implicaba ignorar. En la crianza respetuosa se requiere generar un vínculo y alimentarlo cada día con acciones y decisiones.
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